sábado, 2 de abril de 2011

Lo que te hace pensar una rana

Hoy es sábado, 2 de abril de 2011.

Son casi las cuatro de la tarde. En estos momentos estoy en la terraza de mi casa. Hace un día espléndido. Me he puesto la sombrilla porque el sol está en lo alto. Las vistas desde mi terraza son maravillosas. Todo es bosque, con un palacio al frente, un poco a mi derecha.

Aquí estoy. Escribiendo acompañado de mis dos perros, una leve brisa muy agradable, mi "chupito" de whisky y, como no, escuchando arias de Luciano Pavarotti, espero que a mi vecino Bruno no le desagraden porque esta tarde podría acabar un poco harto, je, je.


En fin, rozando con las yemas de los dedos eso que se llama "felicidad".

Hace un par de días que me apetecía escribir sobre este tema. Seguramente debería haberlo escrito antes, pero fue una rana la que me recordó que debía hacerlo.

Sí, una rana. Ese animalito de piel desnuda, húmeda y viscosa. Un anfibio, como todos sabéis, de sangre fría, que no puede vivir muy alejado del agua o de ambientes húmedos.

Como decía, me lo recordó hace un par de días. El jueves pasado llegué a casa después del trabajo. Cené y estuve viendo un ratito la tele y me fui a acostar. Hasta que no concilié el sueño estuve escuchando cómo croaba una rana. Creo que estaba a unos cinco metros de mi ventana, más o menos.

Desde entonces, la escucho todas las noches. Lo primero que pensé es que, por fin, había llegado la primavera.

Después me di cuenta de cómo disfrutaba escuchándole croar. Todo era silencio, excepto ella. Me obsequió con su pequeña serenata y me regaló un sueño plácido y tranquilo. Disfruté y disfruto mucho desde entonces hasta ahora.

Esta rana me ha hecho recordar y pensar una serie de cosas.

Ahora me acerco, peligrosamente y sin remisión, a los 50 años, pero recuerdo que hace 30 que, en el mismo lugar donde vivo ahora, la vida de todos estos animalitos era, cómo decirlo, más abundante.

Ahora tengo una "pequeña serenata" de una rana. Antes, en lugar de un "solista", escuchaba una sinfonía interpretada por toda una completísima orquesta de ranas.

Cuando llegaba el buen tiempo, como en estos momentos que nos ocupan, comenzaban y comienzan a asomar las primeras flores y los primeros brotes de plantas y árboles. Entonces se ponía en marcha toda una flota de aviación. Toda una completísima flota aérea de abejas que iban de aquí para allá, zumbando, y nunca mejor dicho. Ahora, hoy, apenas veo ninguna durante toda la primavera y el verano.

Recuerdo las golondrinas y los vencejos. Cuando iba al colegio, recuerdo que, cuando llegaban todas de golpe con sus vuelos rápidos y sus trinos escandalosos, fabricando sus nidos en las paredes, me recordaban que quedaba poco para el mes de junio y que pronto terminaría el curso y comenzarían mis largas vacaciones de verano de colegial. Ahora ya no me recuerdan nada.

En fin, no me quiero extender con más ejemplos porque todos nos vamos a poner sentimentales.

A pesar de que haga un día espléndido, un cielo azul precioso y que, desde mi terraza, tenga esas vistas maravillosas del bosque y de un palacio, me doy perfecta cuenta de que algo está roto.

Ahora disfruto con "la pequeña serenata de una rana" en lugar de deleitarme con una magnífica sinfonía de toda una completa orquesta de ellas.

Ni veo a las abejas ni escucho sus zumbidos. Cuando veo alguna es una excepción. Su flota aérea ha quedado destruida.

Las golondrinas ya no me recuerdan a mis tiempos de colegial. Ni siquiera a los famosos versos de Gustavo Adolfo Becker.

Espero que todos reparemos en estas cosas e intentemos ponerle remedio como se pueda y que podamos dar un poco de marcha atrás.

Me encanta escuchar "El sonido del silencio" de Simon y Garfunkel pero..., ¡También me gustaría escuchar "La Sinfonía de las Ranas".

Más que nada..., ¡para variar un poco!.